Tu microbiota es el conjunto de microorganismos que cohabitan contigo.
Te acompaña fielmente desde incluso antes de nacer y permanece contigo toda la vida. De hecho, en tu cuerpo hay diez veces más células microbianas que células humanas, así que conviene asegurarse de que están de tu lado.
Tu “otro yo” puede ser tu mayor aliada… o tu peor enemiga.
No quieres que tu inseparable microbiota pase hambre y se vuelva contra ti. Quieres que se encuentre saciada, feliz y llena de energía para que te proteja de microorganismos patógenos y te aporte nutrientes esenciales.
Y ella come lo que le llega de lo que comes tú.
Aún estamos muy lejos de conocer todas las intimidades de nuestros “otros yoes”, pero sí existe cierto quórum en cuanto a qué refuerza la alianza y qué enardece la hostilidad. La evidencia sugiere que los alimentos ultra-procesados abarrotados de harinas refinadas y azúcar nutren a las cándidas y otros huéspedes poco halagüeños, mientras que las bacterias consideradas «buenas» parece que se regodean fermentando la fibra que nosotros no podemos digerir.
Así que, salvando particularidades individuales, las dietas ricas en fibra se postulan como el mejor agasajo con el que podemos consentir a nuestra microbiota.
Cuídala y ella te cuidará a ti.
Que convivas con una poderosa y fiel aliada o con una enemiga hambrienta y desesperada, afortunadamente, solo depende de ti.